martes, 24 de marzo de 2009

On my way

Comenté anteriormente que mi papá consideraba como hija menor a Magdalena, teniendo hacia ella el típico trato que se le imparte al benjamín o benjamina de la familia.
Posiblemente, esta conducta haya estado dada porque papá no tenía en sus planes mi existencia. Al menos ya no para el tiempo en que mamá quedó embarazada.
En los 20s los embarazos eran de por sí un hecho riesgoso, máxime si la mujer era mayor y mamá para los estándares de la época, ya era grande.
Según me contaron, papá puso el grito en el cielo cuando se enteró de que un cuarto y tardío hijo o hija estaba en camino.
Temió durante todo el embarazo que apareciera una complicación, y que la salud, que la vida de mamá se viera comprometida, y luego, al concluir el embarazo, temió que mamá muriese en el parto.
Creo que todo ese temor y espanto ante la posibilidad de perderla generó un cierto rencor hacía mí, aún cuando no existía. Y ese sentimiento de disgusto no terminó de desaparecer ni siquiera cuando nací y mamá salió ilesa del proceso.
Tal vez haya sido también éste un factor para que Magda, "la nena de papá", no estuviera contenta con tener una hermanita.
Los dos, por distintos motivos, habían resistido mi llegada.

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